11 enero, 2008

CONSIDERACIONES A LAS MANIFESTACIONES DE LOS OBISPOS EN LA PLAZA DE COLÓN DE MADRID

Como cristiano y socialista perplejo por las imágenes y sorprendido e indignado por algunas palabras pronunciadas por algunos representantes del Episcopado español el pasado día 30 de Diciembre durante la concentración –y no sé si mitin- “Por la familia cristiana” convocada por el arzobispado de Madrid, convencido de que la sociedad debe conocer también la postura de otros muchos sectores de la Iglesia, con toda la humildad, pero también con toda la firmeza posibles, creo oportuno dar a conocer y aportar algunas consideraciones que nacen del hecho de compartir una fe y una esperanza con todos aquellos que quieren, sienten y forman una Iglesia lejana de los terrenos de la prepotencia e imposición.
Es incuestionable que la visión cristiana sobre la familia es una propuesta positiva y enriquecedora para la vida social, pero tal visión pierde credibilidad cuando en lugar de ser un ofrecimiento a la libertad por la vía del testimonio o de la declaración se usa -por parte de representantes oficiales de la Iglesia- como elemento de confrontación social y política y, lo que es peor, de elocuente partidismo.
Los católicos presentes en la plaza de Colón de Madrid el pasado día treinta de Diciembre se representaban a sí mismos, no al conjunto de la Iglesia católica. La mayoría de los católicos, incluidos presbíteros, religiosos, laicos y con mucha probabilidad parte de los obispos, no comparte el espíritu de un acto realizado bajo el sesgo sectario y fundamentalista de algunos movimientos católicos. Es doloroso por otra parte comprobar que las manifestaciones de algunos de nuestros Obispos conllevan implícitamente un desprecio del ordenamiento jurídico democrático que todos los españoles nos hemos dado. Por otro lado, cuando ciertos Obispos citan y utilizan la palabra democracia o invocan los derechos humanos harían muy bien en mirar hacia el interior de la Iglesia oficial y comenzar, desde la autocrítica, a hacer algún cambio en profundidad en la propia organización eclesial y vaticana.
Es evidente que el amor familiar cristiano tiene capacidad para acoger y promover en su seno los valores positivos presentes en el cambio cultural tal como es la libertad del amor y la emancipación de la mujer. Desde esa perspectiva no podemos si no compartir las políticas llevadas a cabo en esta legislatura en favor de la conciliación entre la vida laboral y familiar, la lucha contra la violencia de género, el apoyo a las situaciones de dependencia, las ayudas a la vivienda para los jóvenes y la educación de los hijos en una ciudadanía activa.
La preocupación ética por el derecho a la vida del no nacido, por la investigación médica embrionaria o por la alta tasa de divorcios, reclaman políticas activas que deben escapar en efecto del pragmatismo relativista, pero también del moralismo legalista. La contribución de los actores religiosos es necesaria, pero desde la convicción de que es una fuente más, unida a otras, para la construcción de un universalismo ético laico.
No podemos en modo alguno aprobar, más bien todo lo contrario, palabras y presuntas adivinaciones de futuro que presentan un panorama desolador de la sociedad española abocada, dicen algunos, a la disolución y a los mayores desastres sociales imaginables. Afortunadamente no es esa la realidad que percibe la inmensa mayoría de la ciudadanía española.
No deja de ser un motivo de escándalo que la Jerarquía católica pretenda imponer su visión monolítica y parcial del mundo en una sociedad por fortuna cada vez más plural y madura para tomar sus propias decisiones. Sospechamos que el camino que quisieran emprender algunos Obispos es el que conduce a la intransigencia, a la imposición dictatorial, al fanatismo y en todo caso al rechazo de todos aquellos que ni son ni piensan ni sienten ni aman como ellos.
Ante tales actitudes no podemos callar. El silencio en este caso no se compadece con el Evangelio, menos aún cuando hay quienes están usurpando su nombre y abusan del sentido de fidelidad y comunión de la mayoría de los cristianos católicos. Animamos encarecidamente a todos los cristianos católicos a que discrepen con sensatez del rumbo que está tomando la Iglesia católica en España tomando posición tanto dentro de ella como en la sociedad.
Porque nos duele esa imagen de una Iglesia distante, prepotente, que trata de imponer sus dictados doctrinarios a toda la sociedad. Una Iglesia anclada en postulados históricos ya pasados y que provoca ya no sólo indiferencia, sino rechazo y repulsa hacia ella misma.
Tenemos la gozosa seguridad de que existe otra Iglesia diferente a la representada en la plaza de Colón el día treinta de Diciembre, la Iglesia que trabaja desde el silencio y la humildad al lado de y por los necesitados, los olvidados y los excluidos. Una Iglesia que en lugar de amenazar y predicar insólitos Apocalipsis, tiende la mano, vive con convicción sus creencias y principios, pero da ejemplo a la vez de entrega desde la apuesta por la liberación de todas y cada una de las opresiones a las que se ven sometidos el hombre y la mujer de hoy.


Ramón Sabaté Ibarz
Miembro de Cristianos Socialistas

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