10 octubre, 2010

ECUADOR DEFIENDE LA DEMOCRACIA

De Diego Borja
Estimados amigos y amigas YO si estuve en las manifestaciones del 30 de septiembre. NADIE ME LO CONTÓ:
Este es mi testimonio de los eventos que acontecieron el día jueves 30 de septiembre de 2010, testimonio cargado de indignación ante los comunicados emitidos por los “comunicadores” y medios de “comunicación” que han “informado” sobre los acontecimientos suscitados ese día y en los que se ha minimizado e invisibilizado la participación ciudadana.
Yo llegué en compañía de una amiga de trabajo aproximadamente a las 14h00 y el vehículo que nos transportaba nos dejó en la Av. Occidental y Av. Mariana de Jesús, por lo que al caminar terminé, sin querer, en las puertas del Hospital de la Policía, con policías (vestidos de civiles y uniformados) y sus familiares. Me sorprendió escuchar que decían: el Presidente no está secuestrado, se puede ir una vez que firme un compromiso que derogue la Ley de Servicio Público. Me hizo pensar en los delincuentes que piden dinero a cambio de la libertad de una persona y se me ocurrió que podrían argumentar exactamente lo mismo.
Aproximadamente a las 16h00 descendí por la Av. Mariana de Jesús en dirección a la Av. América y una vez que pasé un piquete de policías ubicado a la altura del Hospital Metropolitano me sorprendí que a cada paso que daba me encontraba con más y más personas, ciudadanos comunes, que llegaban al lugar. Digo que me sorprendí porque era una enorme cantidad de personas, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, uno que otro discapacitado, en general clase media y popular. También me sorprendí porque se avizoraba banderas color verde de Alianza País pero sobre todo banderas del Ecuador.
Poco a poco nos reunimos una gran cantidad de civiles y frente al piquete de policías cantamos el Himno Nacional del Ecuador y levantamos las manos en símbolo de que era una marcha cívica y pacífica; sin embargo, a los pocos minutos y motivados por policías cubiertos el rostro con máscaras, fuimos agredidos con bombas de gas lacrimógeno, toletazos y hasta insultos. De allí en adelante recibimos la arremetida de una policía como nunca agresiva, que parecía tener interés en que se mantenga una situación de completo caos y que a diferencia de otras ocasiones donde se han caracterizado por mantener una posición defensiva, esta vez mantenían una posición ofensiva. Incluso hubo momentos en donde las motos de la policía salían a perseguir a los manifestantes y yo, mientras corría para que no me “garroteen”, pensaba en que esos vehículos y el combustible que utilizaban habían sido pagados con los 37 millones de dólares recaudados por el Municipio de Quito a través de la Tasa de Seguridad Ciudadana que pagamos todos los quiteños y quiteñas. JA JA JA UNO NUNCA SABE PARA QUIEN TRABAJA.
Según terminaba el día y se venía sobre nosotros la noche, se visualizaba un frente de combate donde muchas personas seguían en franca pelea con la policía, más atrás otros grupos de ciudadanos que entonaban consignas a favor de la democracia, del gobierno y del Presidente Rafael Correa y de allí hacia la Av. América se visualizaban abundantes fogatas improvisadas donde el resto de ciudadanos y ciudadanas se reponían del efecto de los gases lacrimógenos, retomaban fuerzas y comentaban sobre la indignación que sentían frente a la violencia que todos y todas habíamos sido víctimas.
Pasado las 20h00 (mil disculpas por mi imprecisión en las horas de referencia pero las circunstancias no se presentaban para estar atento del reloj) llegaron más de veinte vehículos con militares, a los que todos los civiles recibimos con el Himno Nacional del Ecuador, con aplausos y frases de apoyo. En los rostros de los militares se veía la sorpresa de tan emotivo recibimiento y hasta sentí que el miedo que los miembros de las Fuerzas Armadas tenían fue reemplazado por valor y orgullo.
Los militares desembarcaron a unos 40 metros del hospital de la policía y se alinearon equipados con bombas de gas lacrimógeno. Éramos cientos de civiles ubicados a los alrededores y con enorme sorpresa y sobre todo miedo nos dimos cuenta que los policías amotinados en el Hospital de Policía (también ubicados estratégicamente en las instalaciones de medicina legal y en el parque de la mujer) recibieron a balazos a militares y civiles. Lo que sucedió después era el más completo escenario de una ciudad en guerra, bombas de gas lacrimógeno, ráfagas de balas, fogatas y llantas encendidas, gente en el suelo y ambulancias que intentaban rescatar a las personas caídas.
Yo me encontraba a 20 metros de los acontecimientos y vi caer uno tras otro a varios militares heridos (unos ocho) y otros tantos civiles (unos tres). Me conmovió la solidaridad entre civiles y uniformados para auxiliar a las víctimas del enfrentamiento. A las 23h00 horas, tal y como había gritado en las consignas, me fui a mi casa cuando el Presidente estaba a salvo. Yo hablaba muy en serio cuando coreaba “de aquí no nos vamos sin el Presidente”.
No les canso más pues seguramente ustedes conocen los por menores de lo que sucedió ese día jueves 30 de septiembre de 2010 a través de los medios de comunicación así que está de sobra ahondar en detalles y más bien he de aprovechar este espacio y su interés (en caso que hayan llegado hasta este párrafo) para reflexionar sobre el papel que posiblemente cumplimos la ciudadanía que nos acercamos al Hospital de la Policía; y que ha sido minimizado por la gran mayoría de medios televisivos, radiales y escritos. Así los medios de mayor audiencia hablaron de un puñado de ciudadanos, de un grupo de simpatizantes, de unos cientos de seguidores y hasta un reconocido comunicador se atrevió a dar una cifra exacta, informando que 300 empleados públicos fueron los presentes en el lugar.
Yo difícilmente podré calcular con exactitud el número de personas que nos acercamos a las inmediaciones del Hospital de la Policía pero me siento en la obligación de dar fe que la Av. Mariana de Jesús, desde el Hospital Metropolitano hasta la Av. América había un río de gente, por otra parte la calle paralela a la Av. Mariana de Jesús, de nombre San Gabriel, se encontraba otro grupo nutrido de ciudadanos y finalmente en la calle Juan Acevedo y en la Av. Mariscal Sucre ubicadas al sur del Hospital de la Policía se ubicaron muchos otros manifestantes. Me atrevería a decir que estábamos entre 5.000 a 10.000 personas pero eso sí, con seguridad, jamás unos cientos, un grupo o un puñado.
Quizás estén pensando en que no tiene mayor relevancia si fueron cientos o miles los ciudadanos que llegaron al lugar en mención y es justamente a este punto al que quería llegar porque POSIBLEMENTE nosotros, los ciudadanos que asistimos a defender la Democracia y a rescatar al compañero Presidente Rafael Correa fuimos los que marcamos la diferencia entre lo que sucedió y lo que podía haber sucedido, considerando las siguientes reflexiones:

1) POSIBLEMENTE los miles de ciudadanos y ciudadanas que llegamos al Hospital de la Policía visibilizamos, frente a las Fuerzas Militares, la popularidad que tiene el Gobierno actual, y se me ocurre que POSIBLEMENTE, de alguna manera, hicimos que la balanza se vire a favor de que los militares se pronuncien por la democracia pues me resulta difícil creer (por no decir imposible) que los militares se arriesguen a participar de un golpe de estado (o insurrección, como prefieran llamarlo) donde deban sacrificar cintos de vidas de civiles ecuatorianos, muchos de los cuales podrían ser familiares considerando que las Fuerzas Armadas son en esencia clase media. No nos olvidemos que históricamente Quito se ha levantado para destituir presidentes pero es la primera vez que se levanta para defender un Gobierno.

2) POSIBLEMENTE los miles de ciudadanos y ciudadanas que llegamos al Hospital de la Policía y que nos enfrentamos a la brutal y salvaje arremetida de los policías insurrectos, a través de una pelea frontal y de cánticos y consignas, desgastamos física y psicológicamente a los sublevados. Al fin y al cabo fueron cerca de 8 horas de no dar tregua y si del lado de la ciudadanía se notaba el cansancio a través de personas sentadas en las veredas y en las improvisadas fogatas, del lado de la policía no se veía un cuadro muy alentador pues ellos estaban igual o más agotados que nosotros.

3) POSIBLEMENTE los miles de ciudadanos y ciudadanas que llegamos al Hospital de la Policía y que a través de cánticos y plantones enviábamos mensajes al Presidente, donde le expresábamos nuestra solidaridad y apoyo, permitieron a Rafael Correa tener aún más fuerzas para resistir los embates de grupos de poder ocultos e intereses particulares que no les importaba incluso sacrificar vidas ecuatorianas; y esto lo digo porque cuando llegamos a la puerta del Hospital de Policía, aproximadamente a las 18h00, y el Presidente salió a la ventana, su rostro se llenó de orgullo al ver que no estaba solo.

4) POSIBLEMENTE los miles de ciudadanos y ciudadanas que llegamos al Hospital de la Policía MARCAMOS LA DIFERENCIA entre una democracia que se ha fortalecido y una democracia que hubiese resultado mal herida si los resultados hubiesen sido otros.

5) De lo que si estoy completamente seguro es que debemos prepararnos para defender cuantas veces sea necesario a nuestra Democracia, a nuestro Gobierno y a nuestro Presidente porque los actores ocultos que orquestaron los acontecimientos del 30 de septiembre no desertarán ante esta inminente derrota. Y para defender la democracia debemos estar dispuestos a respirar gases lacrimógenos, recibir garrote (toletazos), pasar frío y hambre, y hasta poner el pecho a las balas tal y como lo hizo nuestro compañero Rafael Correa. Solo la participación activa de los ciudadanos y ciudadanas permitirá construir una PATRIA EQUITATIVA, JUSTA Y SOBERANA, UNA PATRIA EN LA QUE TODOS SOÑAMOS.

Saludos
Diego R. Borja G.