08 julio, 2006

Desde Valencia

Colgamos sendos artículos de opinión (y denuncia) de Fernando Delgado y Manuel Rivas relacionados con los acontecimientos de estos días en Valencia.


Pacíficos y violentos
FERNANDO DELGADO

El sábado pasado, en Valencia, la manifestación de cada año con motivo del día del orgullo gay, una semana antes de la de Madrid, no quería ir contra nadie, según sus organizadores, pero el lema elegido, «Por la diversidad. Todas las familias importan», si parecía una respuesta a quienes quieren monopolizar la familia e imponer su único modelo excluyente. Tengo la impresión, sin embargo, de que la mayoría de los manifestantes no habían escuchado al cardenal Franc Rodé cuando nos contó lo que el Papa viene a decirnos en su próximo viaje. De haber atendido al avance de contenidos de este dulce pastor de almas los manifestantes hubieran sabido por él que la Santa Sede considera «sencillamente ridículo, si no fuera criminal, llamar familia o matrimonio a la unión de personas del mismo sexo». Ridículo es lo que mueve a risa por extravagante o por raro, y nada de particular tiene que al Papa lo mate a carcajadas el matrimonio homosexual. También se llama ridículo a lo escaso, lo de poca estimación y poco aprecio, pero no parece ser tan poca cosa el matrimonio gay para la Iglesia cuando anda con los nervios perdidos por eso y no por la pederastia en sus filas que la arruina. Ridículo es también lo expuesto a la burla, con razón o sin ella, y en este sentido está claro que la Iglesia ha hecho de esa unión que repudia un motivo de ridículo muy poco evangélico. Lo de criminal sería más insulto si no se llamara así en sentido positivo a las leyes y a las acciones destinadas a perseguir y castigar los crímenes y delitos; la ley que iguala a los homosexuales en sus derechos persigue acabar sin duda con un crimen. Bien es verdad que se llama criminal igualmente al «que ha cometido o procurado cometer un crimen». Pero llamar crimen al matrimonio homosexual, sólo porque estos purpurados vean en él delito, sí es ridículo, además de criminal. Así que, si a pesar de todo, la Santa Sede ve en ello acción voluntaria de matar o herir a alguien, lo recomendable es no alterarse ante la infamia y dejar la violencia a quien quiera ejercerla con rostro de cordero. Esta Iglesia usa más ahora la espada que la cruz.



Por Dios
MANUEL RIVAS


El verano traía el buen humor, esa libertad de palabra, y a veces, en la boca de la noche, los mayores se sentaban a la puerta de una casa o bajo una parra y contaban, insertos en otras historias más largas, chistes verdes que los pequeños reíamos en la penumbra con un nerviosismo colorado. En alguna ocasión, aparecía Dios. En los chistes. Recuerdo uno de un sacerdote que se quejaba ante el Señor por no haber hecho un milagro para salvarlo de perecer en una inundación. Y Dios le explicaba con paciencia: "Hombre, te envié un flotador, te envié una lancha, te envié un helicóptero... ¿Qué más milagro querías?". En otro chiste, una señora se ponía a rezar ante las pavorosas llamas de un incendio: "¡Qué venga Dios!". Y otra que acarreaba cubos de agua, apostilló: "¡Qué venga con una manguera de bomberos!".
Vuelve a hablarse del silencio de Dios. La novedad en estos tiempos es que la aparente quietud divina ante el sufrimiento humano, prolongación de su inacción ante la llamada desgarrada de Cristo crucificado ("¿Por qué me has abandonado?"), no es una pulla agnóstica, sino que viene siendo un motivo recurrente en reflexiones pastorales de la más alta jerarquía católica. El arzobispo de Valencia, en su homilía del funeral por las víctimas del Metro, se preguntó: "¿Dónde estaba Dios en ese momento?". Una emulación del estremecedor interrogante que lanzó el Papa en su reciente viaje al campo de concentración nazi de Auschwitz: "¿Por qué, Señor, has tolerado esto?".
Confieso mi perplejidad. Lo que podía ser una sonda de hondo calado teológico para comprometerse con la humanidad doliente, se formula, al contrario, al margen de la cuestión central del libre albedrío y de la responsabilidad de la obra humana (¿quiénes construyeron Auschwitz?, ¿quiénes fueron sus cómplices históricos?) y parece expresar la añoranza pueril por un monoteísmo totalizador. Patético chiste el hablar del silencio de Dios y olvidar los silencios terrenales de la Iglesia oficial, más preocupada por el top less que por las causas del cambio climático, y que mantiene en asuntos como la prevención del sida una posición indolente que clama al cielo. ¡Pobre Dios! Si baja, que traiga una manguera con agua limpia.

03 julio, 2006

Invasión de Gaza por las tropas de Israel

Hay más de 9.000 personas palestinas secuestradas y prisioneras de Israel, incluyendo a representantes del pueblo palestino legitima y democráticamente elegidos; hay cerca de 5 millones de personas refugiadas. El dictamen de la Corte Internacional de Justicia sobre el Muro que se sigue construyendo en Cisjordania cumple 2 años, donde se pedía a los Estados presionar para la destrucción del mismo. En Gaza las infraestructuras civiles han sido sistemáticamente destruidas por el ocupante israelí, ya sea el aeropuerto, en su día realizado por donación española, o la central eléctrica.
El movimiento de solidaridad del Estado Español, Red Solidaria contra la Ocupación de Palestina, condena enérgicamente la muestra de fuerza, la violencia la gratuidad de la destrucción y la soberbia de la impunidad israelí.
Mas info en Comite de Solidaridad con la Causa Arabe (csca)