23 enero, 2008

Respuesta de Pagola a las críticas sobre su libro

José Antonio Pagola ha hecho un comentario sobre las críticas vertidas por la Diócesis de Tarazona en relación a su libro sobre Jesús. Ofrecemos el texto como fichero en pdf en este enlace.

22 enero, 2008

Cristianos y sociedad.CCP. Huesca

Como cristianos y como miembros de una familia:

Creemos necesario manifestar públicamente nuestro malestar por el acto celebrado el 30 de diciembre en Madrid, al utilizar a la familia para confrontar a los dos partidos políticos mayoritarios. Porque somos bautizados y amamos a nuestra Iglesia lo decimos.

No es verdad que la mayoría de las familias cristianas de España estemos de acuerdo con lo que allí se dijo. El evangelio no establece normas para confeccionar un estilo de familia y sí establece valores, muy importantes, como el Amor, la Tolerancia y el Perdón. Estos valores, y las enseñanzas que Jesús nos hace sobre la familia, no se utilizaron como argumentos.

Hoy, en nuestra sociedad, hay situaciones sociales, estructurales, que favorecen la ruptura de muchas familias y no se nombran. No se tienen en cuenta suficientemente. Siguen siendo familias y problemas poco comprendidos.

Asimismo, existen también formas nuevas de relacionarse y de quererse. No podemos condenar aquellas maneras que no son las tradicionales. El amor existe en el corazón del ser humano por ser, el ser humano, creación de Dios.

Defender la Familia supone implicarse, trabajar para eliminar las pésimas condiciones de trabajo, precario, inseguro y con bajos salarios que obliga a que tengan que trabajar todos los integrantes de la familia, tengan que prolongar jornada laboral y no se tenga tiempo para convivir.

Nuestros valores cristianos nos llevan a hacer trascendente la familia entendida como pareja e hijos al formar parte de una gran familia social que encontramos en nuestra comunidad, parroquia, partido político, sindicato, asociaciones y amigos. El amor entre dos siempre ha sido para nosotros mucho más y de poco sirve si no se proyecta a la sociedad.

En una sociedad democrática, pluralista y aconfesional como la nuestra no se puede pretender imponer creencias ni concepciones morales, cristianas o no, como normas de obligado cumplimiento a todos los ciudadanos. Sin embargo, como cristianos, intentamos que el Amor, la Tolerancia y la Comprensión sirvan para solucionar problemas reales del ser humano que es el espacio común en el que podemos coincidir creyentes y no creyentes.

Sería muy bueno, y se haría justicia, además, reconocer los esfuerzos y logros que desde las instituciones públicas se han hecho y hacen para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, y más en concreto de las familias. La gratuidad de los libros escolares, la ayuda por el nacimiento de un nuevo hijo, la aportación mensual para el alquiler del piso para jóvenes... Desde la Iglesia deberíamos ir animando, sugiriendo, impulsando o haciendo públicas las carencias o injusticias que desde nuestros ambientes conozcamos, así como concretar las aspiraciones mejores que aún quedan por afrontar de forma más eficaz: los excluidos, los inmigrantes, los ancianos, las mujeres violentadas, las personas en soledad...y tantos y tantas que llaman a la puerta de nuestras conciencias, reclamando el respeto a su dignidad.

La palabra del Señor “tuve hambre, y me disteis de comer...” es siempre actual. Esa llamada es para todos: Instituciones públicas, Iglesias o ciudadanos.

Hoy en nuestra sociedad, es evidente el descrédito de las palabras no ratificadas por los hechos.

Así ha ocurrido con expresiones episcopales del día 30 de diciembre en Madrid. El intentar ser servidores de la Palabra nos tiene que ayudar a utilizar adecuadamente las palabras. Los derechos humanos los debemos reclamar para todos, pero principalmente en el ámbito de quienes los reclaman. Sería importante que en la Iglesia se cumpliera el Espíritu del Vaticano II. También en temas como la corresponsabilidad, la colegialidad o la situación de la mujer en la propia Iglesia.

El Espíritu es dinamismo. Cuando hay una fijación, algo instalado, no se puede hacer visible ese Espíritu. Así la gente se apea. A Cristo lo entendía el pueblo, no los escribas.

Quienes sepan responder a estos retos, se ganarán la credibilidad de nuestro mundo.

Comunidades Cristianas Populares de Huesca

11 enero, 2008

FAMILIAS CRISTIANAS

Somos una familia cristiana con una fe arraigada en la vida y el mensaje de Jesús de Nazaret. Sin embargo vivimos con tremenda vergüenza ciertas actitudes y acciones de la jerarquía de la Iglesia católica como ha sido la manifestación de final de año en Madrid “a favor” de la familia. Resulta lamentable escuchar apelaciones a la Constitución y a la democracia en boca de representantes de una institución que ejerce la autoridad de forma monolítica y absolutista o que mantiene a la mujer en posición totalmente subrogada al varón. Una institución en la que no existe la palabra democracia pues sólo unos pocos, todos varones y célibes, deciden por el resto de los fieles.
Tampoco es extraño todo ello si tenemos en cuenta que Jesús de Nazaret fue condenado a muerte por los sumos sacerdotes de la misma religión que él practicaba.
Solamente la esperanza en su mensaje de libertad y relaciones de fraternidad nos anima a seguir confesándonos cristianos y a buscar otros modos de vivir la fe por medio de pequeñas comunidades eclesiales de base.
La jerarquía de la iglesia católica no puede ignorar que hay otros modos de ser seguidores de Cristo. Que podemos ser católicos y aplaudir todas las iniciativas que separen poder civil de poder religioso. Que se pueden legislar leyes para una sociedad plural, diversa y respetuosa con las diferencias. Y que cada cuál luego podrá acogerse a aquellas que estén en sintonía con su propia conciencia. Nadie nos impone abortar, divorciarnos o contraer matrimonio con personas de nuestro mismo sexo; se trata de que cada cuál en libertad proceda sin ser estigmatizado ni condenado.

Concepción Martínez Latre.
José Ricardo Álvarez Domínguez.

COMUNICADO DEL PSOE “LAS COSAS COMO SON”

Madrid, 2 de enero de 2008
Los socialistas expresamos, como siempre, nuestro respeto al ejercicio por parte de los ciudadanos de su derecho a reunirse y manifestarse libremente; también nuestro pleno respeto a los actos litúrgicos o confesionales que se celebran en nuestro país; y queremos salir al paso de las manifestaciones públicas, de contenido político, vertidas por algunos responsables de la jerarquía de la Iglesia Católica en la concentración que se celebró en Madrid el pasado día 30.
En relación con ellas declaramos lo siguiente:
1. Es la Constitución de 1978 la que determina que la soberanía reside en el pueblo, del que emanan todos los poderes del Estado. Es la Constitución de todos los españoles la que ha proclamado que todos ellos son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de religión. Es la Constitución la que ha garantizado la libertad religiosa y la que ha determinado que ninguna confesión tenga carácter estatal. Es esta misma Constitución, base última de los valores y principios en los que se legitima la ordenación de la convivencia en sociedad, la que ha establecido que el respeto a la ley y a los derechos de los demás es el fundamento del orden político y de la paz social.
2. A lo largo de estos últimos treinta años, los españoles han decidido mayoritariamente ampliar los derechos y las libertades individuales y fortalecer las políticas sociales en favor de la dignidad de las personas, objetivo último del orden jurídico democrático.
En estos últimos cuatro años, nuevas leyes han avanzado en la extensión de derechos y políticas sociales precisamente en favor de las familias.
Lo han hecho estableciendo medidas para promover la natalidad, para conciliar la vida laboral y familiar, para dignificar a las familias de jubilados con pensiones más bajas, para apoyar a las familias con personas dependientes, para que las familias con menos recursos dispongan de más becas para que sus hijos puedan seguir estudiando…
También en estos cuatro años, nuevas leyes han creado nuevos derechos: para la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, para reconocer el derecho a contraer matrimonio a todas las personas, sin discriminación alguna basada en su orientación sexual, y para poder poner fin, en ejercicio de la libertad, a una relación conyugal rota sin tener que sufrir dilaciones injustificadas.
3. La fortaleza de la democracia consiste en la garantía de la convivencia de opciones ideológicas, morales y religiosas distintas, sin aceptar la imposición de ninguna en particular. En este sentido, en un régimen de libertades, la fe no se legisla. La legitimidad de los valores y de las reglas de la convivencia emana de los principios y procedimientos constitucionales. No hay más legitimidad que la legitimidad constitucional.
Toda confesión religiosa tiene plena autonomía en su orden doctrinal respecto de quienes participan de ella, pero es la sociedad la que tiene, a través de sus representantes, la potestad de ordenar los principios de libertad individual y de convivencia para todos los ciudadanos. Sólo quienes deliberadamente ignoran o no respetan estos principios se apartan de los fundamentos esenciales de la democracia.
4. Guiados por nuestras convicciones democráticas y por nuestra defensa de la libertad individual, los socialistas, no daremos ningún paso atrás: seguiremos trabajando para que los ciudadanos españoles sean más libres y con más derechos, y para que, al mismo tiempo, nuestra convivencia sea cada vez más respetuosa y tolerante.

CONSIDERACIONES A LAS MANIFESTACIONES DE LOS OBISPOS EN LA PLAZA DE COLÓN DE MADRID

Como cristiano y socialista perplejo por las imágenes y sorprendido e indignado por algunas palabras pronunciadas por algunos representantes del Episcopado español el pasado día 30 de Diciembre durante la concentración –y no sé si mitin- “Por la familia cristiana” convocada por el arzobispado de Madrid, convencido de que la sociedad debe conocer también la postura de otros muchos sectores de la Iglesia, con toda la humildad, pero también con toda la firmeza posibles, creo oportuno dar a conocer y aportar algunas consideraciones que nacen del hecho de compartir una fe y una esperanza con todos aquellos que quieren, sienten y forman una Iglesia lejana de los terrenos de la prepotencia e imposición.
Es incuestionable que la visión cristiana sobre la familia es una propuesta positiva y enriquecedora para la vida social, pero tal visión pierde credibilidad cuando en lugar de ser un ofrecimiento a la libertad por la vía del testimonio o de la declaración se usa -por parte de representantes oficiales de la Iglesia- como elemento de confrontación social y política y, lo que es peor, de elocuente partidismo.
Los católicos presentes en la plaza de Colón de Madrid el pasado día treinta de Diciembre se representaban a sí mismos, no al conjunto de la Iglesia católica. La mayoría de los católicos, incluidos presbíteros, religiosos, laicos y con mucha probabilidad parte de los obispos, no comparte el espíritu de un acto realizado bajo el sesgo sectario y fundamentalista de algunos movimientos católicos. Es doloroso por otra parte comprobar que las manifestaciones de algunos de nuestros Obispos conllevan implícitamente un desprecio del ordenamiento jurídico democrático que todos los españoles nos hemos dado. Por otro lado, cuando ciertos Obispos citan y utilizan la palabra democracia o invocan los derechos humanos harían muy bien en mirar hacia el interior de la Iglesia oficial y comenzar, desde la autocrítica, a hacer algún cambio en profundidad en la propia organización eclesial y vaticana.
Es evidente que el amor familiar cristiano tiene capacidad para acoger y promover en su seno los valores positivos presentes en el cambio cultural tal como es la libertad del amor y la emancipación de la mujer. Desde esa perspectiva no podemos si no compartir las políticas llevadas a cabo en esta legislatura en favor de la conciliación entre la vida laboral y familiar, la lucha contra la violencia de género, el apoyo a las situaciones de dependencia, las ayudas a la vivienda para los jóvenes y la educación de los hijos en una ciudadanía activa.
La preocupación ética por el derecho a la vida del no nacido, por la investigación médica embrionaria o por la alta tasa de divorcios, reclaman políticas activas que deben escapar en efecto del pragmatismo relativista, pero también del moralismo legalista. La contribución de los actores religiosos es necesaria, pero desde la convicción de que es una fuente más, unida a otras, para la construcción de un universalismo ético laico.
No podemos en modo alguno aprobar, más bien todo lo contrario, palabras y presuntas adivinaciones de futuro que presentan un panorama desolador de la sociedad española abocada, dicen algunos, a la disolución y a los mayores desastres sociales imaginables. Afortunadamente no es esa la realidad que percibe la inmensa mayoría de la ciudadanía española.
No deja de ser un motivo de escándalo que la Jerarquía católica pretenda imponer su visión monolítica y parcial del mundo en una sociedad por fortuna cada vez más plural y madura para tomar sus propias decisiones. Sospechamos que el camino que quisieran emprender algunos Obispos es el que conduce a la intransigencia, a la imposición dictatorial, al fanatismo y en todo caso al rechazo de todos aquellos que ni son ni piensan ni sienten ni aman como ellos.
Ante tales actitudes no podemos callar. El silencio en este caso no se compadece con el Evangelio, menos aún cuando hay quienes están usurpando su nombre y abusan del sentido de fidelidad y comunión de la mayoría de los cristianos católicos. Animamos encarecidamente a todos los cristianos católicos a que discrepen con sensatez del rumbo que está tomando la Iglesia católica en España tomando posición tanto dentro de ella como en la sociedad.
Porque nos duele esa imagen de una Iglesia distante, prepotente, que trata de imponer sus dictados doctrinarios a toda la sociedad. Una Iglesia anclada en postulados históricos ya pasados y que provoca ya no sólo indiferencia, sino rechazo y repulsa hacia ella misma.
Tenemos la gozosa seguridad de que existe otra Iglesia diferente a la representada en la plaza de Colón el día treinta de Diciembre, la Iglesia que trabaja desde el silencio y la humildad al lado de y por los necesitados, los olvidados y los excluidos. Una Iglesia que en lugar de amenazar y predicar insólitos Apocalipsis, tiende la mano, vive con convicción sus creencias y principios, pero da ejemplo a la vez de entrega desde la apuesta por la liberación de todas y cada una de las opresiones a las que se ven sometidos el hombre y la mujer de hoy.


Ramón Sabaté Ibarz
Miembro de Cristianos Socialistas

La familia, comunidad de iguales

MARGARITA MARIA PINTOS DE CEA-NAHARRO
Teóloga y presidenta de la Asociación para el Diálogo
Interreligioso en Madrid (ADIM)


En la concentración del pasado 30 de diciembre de la Plaza de Colón (Madrid) los obispos españoles presentaron el matrimonio y la familia cristianos como modelo a seguir, más aún como el único válido. Fuera de ella, todo es apocalíptico: divorcio exprés, matrimonio gay, aborto, manipulación de los jóvenes en la educación, incluso disolución de la democracia.
En otros documentos los obispos se han referido al pansexualismo que domina en la sociedad y han responsabilizado a la “revolución sexual” y a la “ideología de género” de multitud de dramas personales, rupturas matrimoniales, aumento de la violencia doméstica, etc.
El panorama no puede ser más desolador de puertas de la Iglesia católica para fuera. ¿Son así las cosas?

Yo creo que estamos ante una clara ideologización del tema. La familia
cristiana, presentada por los obispos como comunidad de iguales, ha funcionado históricamente como comunidad jerárquica y jerarquizada y, por tanto, como comunidad de desiguales. La institución familiar (cristiana) constituye el punto de iceberg y la máxima expresión de la dominación patriarcal y del sexismo, que tiene su traducción en las identidades del varón y de la mujer, en la distribución de roles y en el reparto de espacios y cargas. Un ejemplo: el rol del varón es normativo y tiene como misión elaborar las leyes y hacerlas cumplir; el de la mujer es afectivo, y tiene como encargo la crianza y la educación de los hijos y el cuidado de las personas con discapacidades. La función de los varones es producir; la de las mujeres reproducir.
Para el fundador del Camino Neocatecumenal Kiko Argüello, el orador más aplaudido en el acto del 30 de diciembre, la paternidad responsable consiste en “dar vida al ser humano: diez, doce hijos, los que Dios mande”. En las advocaciones a María se ha añadido una nueva: “María, ama de casa, ruega por nosotros”. La enseñanza católica tradicional sobre la familia considera que esa distribución de roles, de espacios y de identidades no responde a una evolución histórica, sino que pertenece a la propia naturaleza de lo humano.

Dos son las tradiciones sobre la familia que aparecen en el Nuevo Testamento.
Una, la más citada en los documentos episcopales, incorpora los códigos domésticos que ordenaban las relaciones en el hogar según el modelo
de la casa greco-romana. En ellos se hacen llamadas a los esclavos, a las
mujeres y a los niños a someterse a sus amos, a sus maridos y a sus padres,
respectivamente. Sirvan dos ejemplos como botón de muestra. Uno es de la carta a los Efesios: “Que las mujeres respeten a sus maridos como si se tratase del Señor, pues el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza y al mismo tiempo salvador del cuerpo, que es la Iglesia. Y como la Iglesia es dócil a Cristo, así también deben serlo plenamente las mujeres a sus maridos”. Otro, de la primera Carta a Timoteo: “La mujer aprenda en silencio con plena sumisión. No consiento que la mujer enseñe ni domine al marido, sino que ha de estar en silencio. Pues primero fue formado Adán, y después Eva. Y no fue Adán el que se dejó engañar, sino la mujer que, seducida, incurrió en la transgresión”. En contra de lo que se pensó durante siglos, ninguna de las dos cartas tiene como autor a Pablo de Tarso. Estos textos se desvían peligrosamente del mensaje originario del cristianismo.

A la segunda tradición pertenecen otros textos en los que Jesús de Nazaret cuestiona las estructuras patriarcales de la religión y la sociedad judías, que identificaban a la mujer con la maternidad. Jesús se opone a dicha identificación. Así se pone de manifiesto en dos escenas representativas. Cuando le anuncian que su madre y sus hermanos le están esperando, él responde: “mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 8,19-21). La segunda escena describe el diálogo de
Jesús con una mujer que piropea a voz en grito a su madre: “dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron” (Lc 11,27). La respuesta es similar: “más bien, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
Estamos ante una clara absoluta relativización de la maternidad. Ambas escenas constituyen una invitación a las mujeres a emanciparse y a no quedarse en el papel de reproductoras.


El movimiento de Jesús fue una comunidad igualitaria de hombres y de mujeres que pronto se convirtió en una corriente de protesta contra las prácticas patriarcales vigentes en el interior del judaísmo y del Imperio. Las mujeres jugaron un papel central en el cristianismo incipiente, desempeñando funciones directivas, sin tener en cuenta cómo ejercían su sexualidad, es decir si eran solteras, vírgenes, madres o viudas. En las comunidades paulinas se vivía también esta experiencia de esta igualdad. De ella deja constancia la carta de
Pablo de Tarso a los Gálatas: “Ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre,
ni judío ni gentil, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno”. En conclusión, la familia patriarcal no es un elemento constitutivo de la comunidad cristiana, sino una de sus más
graves patologías.

Los creyentes en Jesús de Nazaret no somos simples fieles sometidos a la jerarquía eclesiástica, sino que formamos una comunidad comprometida con la construcción de una sociedad más justa, plural y contraria a los fanatismos. Pertenecemos también a una sociedad, la española, cimentada sobre ciudadanos y ciudadanas que hemos elegido libremente a nuestros representantes. Sin embargo no hemos podido elegir a nuestros representantes religiosos como ya ocurre en otras tradiciones cristianas. Lo siento, señores obispos, pero la pluralidad y riqueza de nuestra tradición cristiana permite que pensemos de manera diferente a muchos
de ustedes.

03 enero, 2008

Otras “familias cristianas” son posibles

Hay “familias cristianas” que rechazan de forma categórica la reciente manifestación convocada por la jerarquía eclesial española en Madrid. La nuestra es una de ellas. Lejos de sentirnos acosados como cristianos en esta sociedad laica, plural y democrática, participamos activamente para que ésta lo sea cada vez más, a través de las organizaciones sociales correspondientes.

No vimos en la calle a la jerarquía de la Iglesia Católica ni contra la dictadura franquista, ni objetando con nuestros hijos contra el servicio militar, ni cuando ahora nos manifestamos en contra de guerras y ocupaciones injustas e ilegales, ni cuando defendemos lo de todos, lo público. Tampoco la vemos manifestándose cuando cada semana es asesinada una mujer por la violencia machista, ni cuando los obreros fallecen por deficiencias en sus condiciones laborales, ni tampoco cuando los inmigrantes mueren sistemáticamente cruzando el estrecho buscando un trabajo y una vida lejos de la miseria.

La vemos ahora defendiendo su influencia y sus privilegios, al lado de su interesado brazo secular, impugnando leyes progresistas e igualitarias que no disminuyen ni limitan los derechos de lo que ellos llaman “familia cristiana” sino que los extienden a la gran variedad de familias que hoy coexisten en nuestra sociedad. Dentro de la Iglesia, la vemos expulsando a teólogos y teólogas progresistas o silenciando e ignorando a comunidades de base que discrepan de su particular interpretación del seguimiento de Jesús o insultando con su postura a los numerosos grupos de cristianos homosexuales. La vemos, en resumen, imponiendo su corta y sesgada visión patriarcal al conjunto diverso de cristianos y tratando de extender la misma, de forma desesperada, al resto de la sociedad.


Juan y Cuca